Por qué #SoyMinistérica
No sé cómo se puede medir el tiempo - salvo mirando el reloj.
Nunca entendí ningún principio científico al respecto y aún no me explico cómo
logré salvar el escollo de la Física en segundo de bachillerato.
Lo que sí sé es que el tiempo, el curso de los
acontecimientos, de nuestro camino vital, es caprichoso aunque nos creamos sus dueños absolutos.
#SoyMinistérica de acción y de corazón. #SoyMinistérica
incluso antes de saber que lo era. Allá por el verano de 2013, me topé con
'Isabel'. Ni que decir tiene que no sabía quiénes eran los hermanos Olivares.
Me ponía los episodios en la cama, en el curso de un posoperatorio muy
peliagudo, que me tuvo al borde de una tetraplejia, en una situación anímica
delicada. Me enganchó. Veía los capítulos seguidos porque me mataba el
insomnio, y las tramas, tan bien construidas, me hacían olvidar el dolor y conseguían
que me relajara sin tener que idiotizarme con diazepam. Me puse al día
enseguida y al final veía el capítulo adelantado a su emisión habitual, - lo
ponían en Movistar -, a las siete de la mañana, mientras esperaba a que
vinieran a buscarme para hacer la rehabilitación, para luego comentarlo con mi
fisio.
'Isabel' hizo algo más por mí, porque además de descubrir la
existencia de Rodolfo Sancho, volví a ver ficción española. De todo tipo. Me
puse al día. De esta forma, cuando a finales del 2014 Televisión Española
empezó a dar noticias sobre su nueva y sorprendente serie, ya tenían una
espectadora asegurada.
Y lo que vi me gustó. Porque, como dice Concepción Cascajosa
al principio de su libro 'Dentro de El Ministerio del Tiempo', sentí que estaba hecha
para mí.
Me reconocí en ella, era un constante revival que me sacudía la memoria. De aquellas series que veíamos
cuando la única opción era cambiar al UHF o en los inicios de las privadas. De 'Anillos de Oro' a 'Arriba y Abajo', pasando
por 'Yo, Claudio', 'Fortunata y Jacinta', 'La Plaza del Diamante', 'Juncal' o
aquella que era casi documental, sobre el colonialismo británico en la India, y
que me tenía absolutamente atrapada, 'La
Joya de la Corona'. Por supuesto,
'Brigada Central', con el inspector Flores, gitano y poli. Con un par. Y, cómo
no, 'Curro Jiménez', el bandolero bueno que iba sin corbata, no como los que
ahora conocemos.
Lo que ha venido después es un regalo, algo que ni esperaba
pero que disfruto con los ojos muy abiertos. Formar parte de una gran familia,
conocer a personas estupendas -¿verdad, chicas ?
Y el más difícil todavía: Participar en un capítulo. Ver in situ cómo trabaja todo el equipo de
la serie, sabiendo cómo es el método de producción en este país en comparación
con el resto de Europa, hace que me sienta orgullosa. Y también enfadada por el
constante ninguneo a los creadores, la repetición de historias y de lugares
comunes para ampliar el target, la tiranía del share y la necesidad de llegar antes a no se sabe dónde.
A mí no me vale esa carrera agónica. Sé que la espera valdrá
la pena, sé que habrá cosas que me gustarán más y otras menos. Pero sé que me
emocionará. Porque no puedo evitar pensar en la cruel paradoja: Si Pablo
Olivares no hubiera pasado por lo que pasó, tal vez esta serie no existiría. Si
yo no hubiera pasado por lo que pasé, no hubiera sabido de sus trabajos. Y me
viene a la cabeza una frase de una canción de Serrat : 'La vida te la dan pero
no te la regalan'. Y, a veces, es una putada, añado yo.
En
definitiva, #SoyMinistérica porque nunca esperé estar viva para verla.